Desde hace algún tiempo el término “deuda histórica” aparece con mayor frecuencia para recordarnos lo imperfecta que es nuestra democracia, las falencias de nuestra cultura política y lo incompleto del reconocimiento a diversos grupos y sus historias específicas. Tanto en el caso del pueblo Mapuche como en el caso de los profesores ciertamente hay una profunda deuda que tiene el carácter de histórica no sólo por lo extenso del problema en el tiempo, conmensurable en generaciones y décadas, sino por la magnitud que ha cobrado. Así, la expresión deuda histórica tiene la dimensión de un problema casi monumental –en el peor sentido del término- que no ha sido resuelto y que manifiesta la falta de voluntad o la simple incompetencia, no sólo de los gobiernos, sino de la propia sociedad chilena para enfrentarse a sus dilemas.