15 mar 2011

¿Por quién vota Dios?

Mientras la campaña se acalora, ya sea por la cercanía de las elecciones, la falta de propuestas concretas que estimulan el insulto y el marketing, se empiezan a utilizar los últimos tiros disponibles. Uno de ellos es la manipulación de las creencias religiosas de los electores. En efecto, los “creativos” de las campañas saben que una proporción muy importante de los ciudadanos tienen una filiación religiosa que va unida–así lo suponen- a un conjunto de valores incuestionables.
Suponen también que dichos ciudadanos -que no cuestionan sus valores porque son asuntos de fe y no de racionalidad- votarán por aquel candidato que se ajuste con sus creencias. Su conclusión es que hay que apelar más a Dios, pero no de manera directa, ya que a esta altura resulta bastante estúpido decir que Dios vota por un candidato específico o ponerse, como Álvaro Corvalán en su momento, debajo de una estatua de la Virgen del Carmen para hablarles a sus eventuales electores.  
La apelación a Dios es indirecta y sutil, un candidato como Piñera que con estudiado énfasis señala que le pide a Dios que le dé la fuerza…que lo acompañe, etc. O bien la nada casual aparición de un crucifijo en medio de las imágenes domésticas –y por ende privadas- de los candidatos durante la franja televisiva, o aparecer hablando delante de una iglesia o templo evangélico, o usando un muy notorio crucifijo, o recordando los años de estudio en un colegio de curas y la impronta que les dejó visitar un campamento o recordando los encuentros con tal o cual Obispo, Cardenal o Santo que se supone ha sido su maestro, impulsándolos al servicio público, etc., etc. Y todo ello como si antes no se hubieran dado cuenta de los males del país y que mediante este pequeño empujón divino ahora se encuentran con la posibilidad del poder para cambiar nuestra realidad.


Esta manipulación de las legítimas creencias de los ciudadanos resulta al menos inmoral en el sentido que hay implícitas varias suposiciones nada favorables a los creyentes. La primera de ellas es suponer que la mayoría de las personas son antes creyentes que ciudadanos, y un creyente se afirma en la fe y un ciudadano en la razón. Por ende, la fe de las personas conforma un fondo irracional al cual es más fácil apelar mediante las emociones y no en torno a la argumentación. Por ello los creyentes resultan –desde ese enfoque- electores más vulnerables a cierto estilo de marketing electoral, que se construye sobre las emociones y sus respuestas automáticas ante lo que puede ser movilizado como una identificación o una defensa ante una agresión a las propias creencias.


Este burdo mecanismo de manipulación de las creencias religiosas es tan antiguo como las religiones mismas, pero ahora toma formas muy sofisticadas que la hacen más imperceptibles y ponen a los creyentes en una complicada situación entre la elección entre sus propias creencias y su visión como ciudadanos, lo cual generalmente no coincide.


La buena noticia es que dicha dicotomía resulta cada vez más falsa. Así como los católicos no pasan por el confesionario para preguntar por quien deben votar, los creyentes en general pueden conciliar sus creencias con su vida cotidiana como ciudadanos libres. En virtud de ello pueden opinar sobre un tema particular (el divorcio y la píldora del día después son un buen ejemplo de ello), alejándose de aquellos que intentan manipularles para diversos fines.


Pero los candidatos y otros muchos insisten en intentar buscar ese punto sensible en que el creyente se sentirá identificado o amenazado. Y si ese punto no existe se insiste. Se le crea artificialmente para mostrar al otro más allá de las fronteras de las propias creencias y por ende descartable electoralmente. Muchos candidatos nos quieren hacer creer que Dios está de su lado y de nadie más y de allí la compleja majadería de intentar “ponerlo en pantalla”. En consecuencia, si usted es un creyente –no importa de que filiación- debería tener cuidado con la propaganda y los discursos que le ponen a Dios como un elemento de las elecciones. Porque aparte de dudar de su inteligencia están entrometiéndose en algo que para usted es muy privado como lo es su relación con Dios, independientemente como lo conciba. En efecto, esa relación entre usted y Dios será siempre una cuestión íntima que debería ser preservada de la manipulación de cualquier tipo y más aun de la política.

Así que cuidado con aquellos que vienen a prometerle cuidarle sus creencias religiosas, porque le están pasando gato por liebre.

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