17 mar 2011

Energía nuclear en Chile…No, gracias.

Mientras todos miramos con espanto lo que sucede en Japón, con el transfondo de nuestras propias imágenes del 27 F, al menos respiramos con cierto alivio pensando en que estamos, por ahora, libres de vivir con el miedo nuclear. Sí, por ahora, porque el lobby pronuclear hace tiempo que viene moviendo sus fichas con discreción para crear un clima favorable a la creación de centrales nucleares en Chile. Ya se ha firmado un acuerdo con Francia y se está pronto a firmar otro con EEUU bajo el manto de la investigación científica. Estos pasos que se han llevado a cabo con el mayor sigilo intentan sacar del debate público el tema de la necesidad específica de la energía nuclear y su viabilidad en nuestro territorio.
 
 
Nadie desconoce la necesidad de energía que Chile afronta y que aumentará en los próximos años, pero el lobby pronuclear está esquivando la posibilidad de discutir abiertamente este tema ante la sociedad y apelan a nuestro temor ante un apagón del crecimiento económico. Todo el mundo quiere energía abundante y barata, pero la clase política, en su habitual falta de visión, no se atreve a decir lo que es evidente en todo el planeta: estamos ante una transición de una civilización basada en el petróleo a otra basada en energías que no terminan de asentarse como posibilidad y que requieren de una fuerte decisión política. Todas las alternativas convencionales presentan problemas de dependencia, escasez, costos elevados y presentan externalidades negativas especialmente respecto del medioambiente y la salud y entre ellas la que se pone a la cabeza es la nuclear.
Lo que está sucediendo en Japón ya ha pasado otras veces, no es la primera vez que suceden accidentes graves e incluso en la misma empresa. Se ha justificado en estos días a la empresa –y por extensión al sector pronuclear- señalando que era inimaginable un sismo de las características del acontecido, así como el tsunami posterior. Sin embargo, hay que decir claramente que con los riesgos probados de la energía nuclear se hace necesario justamente imaginar lo imposible. Aun con una falla catastrófica en cualquier otro tipo de instalación energética, como una refinería, no estaríamos ante tamaña tragedia. Por eso se hace necesario utilizar un principio de precaución y responsabilidad ante lo inmanejable que resulta la energía nuclear. El manejo de la crisis está siendo lamentable e incluso la Agencia Internacional de Energía Atómica ha admitido que carece de toda la información, cuestión que por lo demás se ha repetido en crisis anteriores. Baste decir que la capital de la tercera economía del mundo está hoy a merced del viento para que no sea invadida por la radiación. Una medida del peligro y del secretismo con que se está intentando gestionar el asunto es que el gobierno japonés ha establecido, como se sabe, un perímetro de seguridad de 30 kilómetros, pero hace unos días un helicóptero estadounidense resultó contaminado en las labores de ayuda y el comandante de la flota, después de evaluar la situación, decidió movilizar los barcos a 180 kilómetros. Por otra parte, la Agencia Internacional de Energía Atómica, especialmente creada para estos efectos, ha demostrado su inutilidad para coordinar los esfuerzos y carece de un equipo de respuesta rápida ante estas catástrofes.
    Todo lo anterior acontece contando con los equipos humanos mejor formados del mundo, en el país puntero en tecnología nuclear, así como en terremotos. En el caso chileno, resulta claro que la energía nuclear es la peor de las alternativas, no sólo por la escasez de personal cualificado, por nuestra realidad sísmica similar a la de Japón, sino sobre todo por nuestra ya conocida falta de cultura respecto del riesgo. En efecto, la energía nuclear ha sido una espada de Damocles sobre los países que la han utilizado y para sus vecinos, ya que a diferencia de otras energías, en caso de fallar sus efectos no se acotan a límites nacionales. Por ende, cuando hablamos de energía nuclear hablamos también de riesgos globales. Para ello baste recordar cómo el accidente de Chernobil afectó a una parte importante de Europa, sin que ningún país pudiera hacer frente al peligro que se avecinaba.
    Los riesgos de la energía nuclear, para quienes piensan en términos meramente económicos, son también inasegurables por lo inconmensurable de los daños y supera cualquier lógica de eventual compensación. Por eso los sigilosos pasos del lobby pronuclear se dirigen a plantear el problema de modo discreto y técnico, que es otro modo de escamotear la deliberación democrática. En los últimos días hemos escuchado y leído a muchos expertos avalar la energía nuclear, sin el debido contrapeso informativo de otros expertos que tienen también argumentos técnicos en su contra. Vale la pena considerar que en todos los campos los expertos forman grupos de interés que se ven beneficiados con el desarrollo de su área de conocimiento y aplicación técnica y comercial, aunque ésta contravenga los intereses más amplios del país. Por ello hay que tener cuidado con los expertos, ya que tal condición no significa neutralidad.
    Al menos ya hay movimientos ciudadanos y ecologistas en acción intentando informar y sensibilizar a la opinión pública respecto del asunto. Este es el momento de discutir sobre la energía nuclear y las otras alternativas que no se han considerado. Mientras tanto ojala el viento le sea favorable a Japón.

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